Por Ricardo Bustamante
La vida está llena de recuerdos, algunos nos llegan claros y otros borrosos; muchos se nos quedan en la memoria y, por muchos años que hayan pasado, están y estarán ahí, eternamente. Nuestro Nobel de Literatura lo dijo de mejor manera:”La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Cierro mis ojos para evocar: para 1972, de 13 años de edad, estoy por primera vez en Mompox. Mi padre, me invitó a conocer el río, vengo en su remolcador y en el planchon o mejor, en el bote, como él lo llamaba, vienen cajas con gaseosas, cervezas, cementos y otros artículos. Mi progenitor, en el camino viene hablándome de un tal “mono” de Mompox, a quien le va a entregar parte de la mercancía. Al pronunciar el apelativo “mono”, que los costeños del caribe colombiano lo asociamos automáticamente con una persona de cabellos claros o rubios, le siguió un apellido, que por primera vez en mi corta existencia, lo escuché y le pedí a mi papá que lo repitiera, porque no lo entendí. Han transcurrido 53 años y solo he conocido con ese apellido al destinatario de la carga y a sus descendientes.
El remolcador atracó a orillas de la Albarrada, calle contigua al brazo fluvial del Río Magdalena para llegar a Mompox; antes de la maniobra de amarrar con cuerdas para asegurar la embarcación, veo a poca distancia un señor grande de estatura y corpulencia, vociferar saludando a mi papá; en baja voz, le pregunté quien era el señor que con tanta algarabía y calidez lo saludaba, mi padre, me dijo: es el mono Jalilie.
Desde ese momento quedé atrapado por la personalidad y desenvoltura natural de Faisal Jalilie Gandur, con nombre y apellidos que no consonaban con el Mompox ardiente de hombres de piel morena, mediana estatura y cabellos indiados. Sin embargo, el mono era parecido al común de sus paisanos en varias aristas comportamentales: el buen gracejo a flor de labios, el mote gracioso que le endilgaba a sus colaboradores y a personas conocidas, la voz altisonante para llamarle la atención a alguien, para saludar al conocido o al amigo, sus habilidades sociales, de comunicación, su forma de ser, de acercamiento a los demás, entre otras, que lo forjaron como un ser con una grande capacidad de relacionarse de manera efectiva y afectiva con sus semejantes.
Su permanente sonrisa invitadora a la buena amistad y a la confianza, no se van de mis recuerdos . Yo sentado en unas de las sillas del establecimiento de comercio del mono Jalilie, no tenía ojos para otros, sino para el, por su personalidad arrolladora. Tenía Faisal una desenvoltura natural, era un líder dueño de la esquina de la Albarrada con el Callejón San Agustín, como si ese mundo, todo, le perteneciera. Una especie de huracán , regentando el escenario bucólico de Santa Cruz de Mompox.
Por otra parte, era diferente a sus congéneres en su aspecto físico: alto de estatura, piel blanca, con unos kilos de más que le lucían al “mono” por su estructura corpórea grande. Nada le quedaba imposible, pensaba viéndolo actuar, todo obstáculo, por muy difícil que fuese, lo saltaba y lo solucionaba con una maestría propia de su sangre palestina.
Paisanos que tuvieron la suerte de conocerlo, en la actualidad, añoran al mono Jalilie; dicen, al unísono, que era un cívico de verdad, de manos a la obra; demasiado servicial, un brigadista de apoyo y de primera línea, quien con pala en mano estaba al mando en las históricas inundaciones de Mompox, liderando hechuras de terraplenes para evitar que el agua corriera por las calles de su pueblo, y de esa manera, impedir que se perjudicara mucha gente, pero sobre todo, varios barrios de estratos bajos. El trabajo en equipo era su esencia, a nada cívico le decía que no y, siempre con esa sonrisa que cautivó, para siempre, a un muchacho de 13 años.
Faizal Jalilie Gandur, hijo de Jorge Jalilie Elute e Isabel Gandur Narvaez, nació en Mompox el 6 de mayo de 1936, se casó con Betty Elena Diaz Jimenez el 9 de febrero de 1957, en la iglesia de la Inmaculada Concepción, de esa unión nacieron, Jose Luis, Carmen del Rosario, Maria Isabel y Betty Elena. Estudió en el Colegio Nacional Pinillos hasta quinto de bachillerato.
Faisal, se inició en el comercio vendiéndole coca cola a los gringos de Ecopetrol, luego se metió con Postobón y Cervecería Águila; posteriormente, inició y regentó los almacenes PEPE y PEPEGAS, ubicado en la Albarrada con San Agustín, allí se encontraba oxígeno, acetileno, aceite y llantas para carros, estufas, neveras, víveres y abarrotes, además de gaseosas y cervezas y lógico, el gas propano.
Me dijo su hijo José Luis, que en las estufas prácticamente no se ganaba ni un peso, porque el mono decía que el negocio era que le compraran el gas, entre mas estufas vendiera más gas se consumía.
Faisal Jalilie Gandur, fue alcalde de Mompox, y su sueldo, siempre lo donó a los más necesitados. Fue concejal de la extinta ANAPO y organizador del primer paro cívico; enfrentándose con un Mayor del Ejército, lo detuvieron, pero, rápidamente, lo dejaron en libertad porque el pueblo se levantó y lo respaldó.
No deben olvidar los momposinos y momposinas que para mediados de la década del 70, una comisión de hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora, congregación fundada por la madre Bernarda, comisión liderada por la hermana Eloisa Marrugo Llamas, monja vanguardista y emprendedora, natural de Villanueva, Bolívar, llegaron a Mompox con el propósito de estudiar la viabilidad de cerrar o continuar con el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, ya que situación económica del plantel educativo era precaria.
El mono Faisal Jalilie, tomó la vocería junto a otros padres de familia, y unieron fuerzas como un solo cuerpo con la hermana Eloísa y todas las religiosas, consiguiendo, después de una lucha ardua pero con final feliz, una suma considerable de dinero. Parte de esos recursos el mono Jalilie los gestionó y consiguió con el favor de empresas a la que él, les distribuía sus productos. Otros aportes importantes fueron conseguidos por las hermanas misioneras, por líderes de la época, benefactores y la gente del municipio.
El fervor para colaborar con la gesta en Pro del Colegio Sagrado Corazón de Jesús de la gente de Mompox, como de las hermanas Franciscas y otras personalidades fue ejemplar. De esta forma se evitó el cierre del colegio, que acaba de cumplir 100 años, para orgullo de la comunidad y de Santa Cruz de Mompox.
Estudié con los jesuitas en el Colegio San José de Barranquilla, tal vez, si la memoria no me falla, en 1975, la profesora Rosita Ortega, ella joven y bonita, nos dictaba clase de Trigonometría y una mañana, me llama aparte, y me dice: Ricardo, hace poco viajando en un bus para Mompox conocí a un amigo tuyo y de tu familia; yo bastante intrigado, le pregunté a la profesora, el nombre de la persona que le había hablado sobre nosotros, ella sin titubear me comunicó: el mono Jalilie. De seguro el mono encontró la mejor manera de iniciar una amistad con tan hermosa mujer, mencionado la relación con los míos. Lo sorprendente y digno de admirar, es como un hombre con tantas ocupaciones como el mono, tenía presente que los hermanos Bustamante, cursaban bachillerato en el plantel educativo donde Rosita era profesora . Lo de enamoradizo, tengan la seguridad, que es exacto. Ahí estaba pintado de cuerpo entero. Coquetico el monito.
En 1977 el cantante Jorge Oñate con el acordeón de Colacho Mendoza, sacaron al
mercado el disco titulado “en la cumbre”, entre los temas musicales que allí vienen, hay uno dedicado al municipio del departamento del Magdalena llamado Santa Ana, en la caratula escribieron Santana, de la autoría de Enrique Calderón Mejía. Oñate con su vocerron y a pleno pulmón ,le envió un saludo al mono Jalilie de antología. Tuvo el cantante que conocer lo servicial y cívico que era Faisal, para decirle que: “en Mompox, mi compadre Germancito Piñeres y el turco Jalilie, son gente que empujan”.
He vuelto a Mompox para la Semana Santa 2025, por la Albarrada, todo está cambiado: restaurantes de primer orden, mesas y sillas para las personas que quieran tomar el fresco del Río y pululan pequeños negocios. Muchos turistas caminando y disfrutando; el fervor religioso en sus hermosas Iglesias y el bello centro histórico con sus casas pintorescas, calles adoquinadas y un ambiente animado que nos recuerdan el pasado glorioso de Santa Cruz de Mompox. Paso por la esquina de San Agustín y la Albarrada, allí me estremezco, ya no está el mono, ya no está el remolcador de mi papá, también hace años se fue mi padre, tampoco los braceros cargando y llevándole las mercancías al mono. Todo queda en recuerdos.
En la mañana del jueves santo visito a Jose Luis(Pepe) Jalilie Díaz en su casa. Está igual al que dejé de ver hace más de 40 años, tal vez lo único nuevo, es que de su cabellera sobresalen rayos blancos que lo hacen ver en señorial juventud. Recordamos al mono, de pronto, veo que Pepe echa su cabeza para atrás y pone la vista con dirección al techo, y empieza a hablar de su padre, llora desconsoladamente, hace un esfuerzo por no mostrar debilidad, pero la nostalgia y el amor lo vencen; a mi, se me humedecen los ojos. Estamos llorando por Faisal Jalilie Gandur, el turco palestino y momposino, que no se cansó de empujar a su pueblo, a su gente y a los suyos.
Quise y quiero, Dios sabrá el porqué, recordar al mono Jalilie, al hombre grandote en cuerpo y noble de alma y corazón, como el ser servicial, honesto, bonachón, enamoradizo, malgeniado de puertas para adentro, y creyente, a quien el desorden y la impuntualidad le contrariaban su habitual buen genio. Hoy, a Mompox, le hace mucha falta un Faisal Jalilie Gandur, el mono Jalilie. La doctora Cruz María Campo de Ramírez, Presidente de la Academia de Historia de Mompox, lo sabe. El otro año, 2026, será el año del MONO.



