Por Ricardo Bustamante
Hace pocos días, un amigo me dijo que iba a comprar un automóvil marca Ford. Le informé, a manera de dato histórico y anecdótico, que un iletrado pero excelente músico, en la década del sesenta, le había compuesto una canción a los carros Ford. El amigo, puso cara de “no te creo”.
Busqué el tema en YouTube y le acerqué el celular al oído para que lo escuchara. Quedó asombrado el futuro comprador del auto creado por Henry Ford, con semejante descubrimiento y novedad. También le comuniqué que no solo el Ford había sido elogiado. Chevrolet también fue enaltecido en los años 50 por un compositor nacido en Patillal.
Tenemos la seguridad que Juan Polo Cervantes y Rafael Escalona, al momento de componer y, más tarde cuando rodaron con éxito por caminos, veredas, pueblos y ciudades sus temas musicales “El Carro Ford”, y “El Chevrolito”, no tenían idea de lo que hoy se llama en marketing como product placement o publicidad por emplazamiento, que no es otra cosa que incluir un producto o marca en una canción o en una película.
Juancho Polo Valencia, cómo es conocido artísticamente Polo Cervantes, creó la canción, con letra y música, motivado por los beneficios mundanos que da, entre otros más loables, antes y ahora, tener automóvil. Las estrofas siguientes, lo confirman:
“Como yo no tomo ron
como yo no tomo ron
mi trago me lo dan en plata”.
“Para comprarme un carro ford
para comprarme un carro ford
y visitar a las muchachas”.
“Pero si lo compro
será mi perdición
le pongo gasolina
y me voy de Fundación”.
Claro, Polo Valencia no dijo toda la verdad como fácilmente se puede cotejar y deducir de la realidad de lo que fue su vida y muerte, con la afirmación equívoca que no tomaba ron y a su vez pedir que le sustituyeran el alcohol no ingerido, por el dinero, para de esa manera ayudarse con ese ahorro para comprar el carro Ford.
Rafael Escalona, se fue por el Chevrolet, con parecidos fines a los de Juancho Polo, pero a los objetivos de contar con el carro le sumó los de negociar, contrabandear vía Maracaibo y el de llevar en el puesto de adelante a un amor, a quien le ordena, antes de embarcarse en el Chevrolito, recoger los chismes (trastos de cocina):
“Tengo un chevrolito que compré
Para ir a Maracaibo a negociar
Un puestecito adelante te aparté
El que no pida un cupo va p’atrás.”
“Ay ve por Dios mi Maye, ve por Dios
Recoge tu chisme y vámonos (bis)
Soy el contrabandista que llegué
De los mares de Aruba por aquí
Tengo grandes tesoros para ti
Y mucho contrabando pa vender”
“Si te vas conmigo no te cuesta ná
Te llevo a Maracaibo a conocer
Cruzamos la frontera y más allá
La tierra del petróleo vas a ver”.
El mundo, para bien o mal, ha cambiado. Por miles se cuentan las menciones de artistas a marcas de automóviles. La empresa estadounidense Gold Eagle, se dio a la tarea de realizar un censo sobre las marcas de autos más mencionados en canciones, aquí están los datos: son Mercedes (4.746 menciones), seguida de Cadillac (2.923 menciones), Bentley (1.400 menciones), Chevrolet (1.306 menciones) y Jeep (con 1.127 menciones). Jaguar, Porsche, Ford, Dodge y Lexus también aparecen muy mencionadas en las canciones.
Los géneros musicales rap, rock, country y el folk de Bob Dylan, van a la cabeza con el mayor número de menciones a marcas de autos. No hay que olvidar que Roberto Carlos le hizo un hermoso homenaje al Cadillac, asemejándolo con un poderoso objeto imantado que atraía miles de chicas que querían ir en “el cacharrito”.
Entre otras cosas, nos preguntamos qué cara pusieron en la Renault cuando a Shakira se le dio por decir: “Yo valgo por dos de 22, cambiaste un Ferrari por un Twingo”. Y nos seguimos interrogando qué semblante pusieron en la Casio cuando la cantante barranquillera se atrevió a pronunciar otra frase de antología: ”Cambiaste un Rolex por un Casio”.
Bueno, Polo Valencia y Escalona, por lo menos en Colombia, son los precursores de mencionar y elogiar a marcas de carros. Asociaron los autos a las mujeres, al dinero, al contrabando, a la juerga y a la perdición . Ni Henry Ford ni Louis Chevrolet supieron de esas dos canciones ni de sus autores. Pero, en todo esto, hay una verdad irrefutable: la música y el motor han sido, son y serán fructíferos compañeros de viaje.